| Autor: Hans Rothgiesser |
A veces uno escucha un podcast que se graba en un estudio y cree que hacerlo es fácil. Puede serlo, pero si uno aspira a la perfección técnica, puede llegar a ser complicado y requerir apoyo de profesionales especializados. Sin embargo, nada de eso se compara a querer grabar en exteriores y pretender que el audio salga ideal. No tanto por lo que seguramente pasará, sino por lo que probablemente podría suceder.
Grabar en exteriores es una apuesta. Por eso hay que prepararse para todo lo que podría pasar. Es importante tener alternativas, porque mucho no está bajo tu control. Como esa vez en Santiago de Cao, un agradable y tranquilo pueblo al norte de Huanchaco, La Libertad. Con sus trece cuadras de ancho por ocho de largo, la vida en Santiago de Cao es apacible y sin mayores sobresaltos. Por eso habíamos pensado que podríamos grabar un episodio de un podcast en la plaza misma. No obstante, no todo salió como lo habíamos planeado.
En ese entonces producía y conducía un podcast junto a otros dos amigos y experimentábamos con lo que nos daba la gana. Eran los años en los que los podcasts aún no se asentaban en el Perú y se podía probar lo que sea. Por conexión de uno de nosotros, nos invitaron a estar presentes durante la final del Festival de la Marinera de Trujillo, así como en su fiesta blanca. Eventualmente nos terminaron invitando a conocer también Santiago de Cao, en donde uno de nosotros teníamos familia.
El plan era simple. El día que visitaríamos Santiago de Cao, aprovecharíamos en grabar rápidamente en la plaza de armas. El plan incluía registrar además el video. Sería un episodio especial y auténtico del podcast. Sonaba como una buena idea. Y si bien llevamos el equipo que solíamos llevar a estas ocasiones -no era la primera vez que grabábamos en exteriores-, fuimos sin saber nada del pueblo en el que grabaríamos. Y ése fue nuestro error.
Resultó que la radio local tenía unos parlantes instalados en la plaza de armas, desde los cuales transmitía algunos de sus programas. Era imposible para nosotros grabar un programa de nuestro podcast ahí, con ese sonido de fondo a todo volumen. No tuvimos más remedio que esperar a que acabe, lo cual tomó un par de horas. Pero eso no fue todo.
Junto a la Plaza de Armas se encuentra el Coliseo Fraternidad, en el cual, como suele ser la costumbre de los domingos, había partidos de fulbito. Ese domingo en especial no era una excepción. Los gritos del partido llegaban a la plaza y se filtraban a la grabación. De experiencia sabíamos que ese ruido luego haría complicada la edición del capítulo. Decidimos esperar a que el partido acabe. Mientras tanto, intentamos grabar una versión del podcast caminando por las calles del pueblo, que es bastante bonito. No obstante, no habíamos llevado a una cuarta persona para que sea camarógrafo. Tuvimos que pedirle el favor al sobrino de uno de nosotros. No hizo un excelente trabajo.
Al final pudimos regresar a la plaza, pero ya no estábamos con tanto ánimo como al comienzo. Habían pasado un par de horas desde que habíamos intentado por primera vez. Aun así, queríamos hacerlo, así que instalamos el equipo y volvimos a grabar, pero la luz ya no era la adecuada y nosotros mismos ya estábamos algo desanimados. El audio no fue ideal, porque encima había viento. El video menos aún.
Al final de medio día de trabajo, pudimos recatar aproximadamente quince minutos de video y 45 minutos de audio. Pero así es la vida. A veces uno se arriesga y consigue excelente material que le cambia la vida a alguien. A veces, por el contrario, uno rescata lo que se puede.