| Autor: Antonio Tamariz |
«Esto propició que el campesino que compraba su receptor pedía le soldasen el dial en Radio Tawantinsuyo. Una copiosa mitología refiere de más de un finado que como última voluntad pidió ser enterrado junto con su radio, debidamente sintonizada en la estación de sus amores, y con pilas frescas con que enfrentar la Eternidad». («En aparente estado de ebriedad» de Jaime Bedoya).
La radio en el Perú cumple cien años. Lejos de apagarse, este medio vive un renacimiento inesperado, donde el streaming y el pódcast, en lugar de desplazarla, la han rejuvenecido. Hoy, la radio se multiplica en la nube, se reinventa en cada plataforma digital y se retroalimenta con el pódcast, su heredero y cómplice. Se vislumbra no un crepúsculo, sino una nueva edad de oro, tan aleccionadora como audaz, donde la imaginación vuelve a reinar y los hitos del pasado son filones vivos para las posibilidades sonoras del presente.
El génesis eléctrico: cuando el aire se hizo voz
Todo comenzó aquel 20 de junio de 1925. En pleno “Oncenio de Leguía”, la OAX Peruvian Broadcasting Company encendió su señal, inaugurando una era y cumpliendo el sueño de una “Patria Nueva” que apostaba por la radio como símbolo de progreso. Al principio, era un lujo de pocos; los primeros receptores costaban una fortuna y había que ingeniárselas para escuchar. Pero la promesa era irresistible: una caja mágica capaz de llevar música, noticias y ciencia a los rincones más remotos, de la selva a la sierra.
En los años 30, la radio se volvió popular. Ya no era solo para la élite: auditorios repletos, concursos, noticieros y la música criolla conquistaron el dial. En las décadas siguientes, el radioteatro paralizaba fábricas y barrios enteros, mientras la voz de los locutores tejía mundos imaginarios con el simple chasquido de una puerta o el galope de un caballo. La llegada de la televisión en 1958 no la mató; el transistor la hizo portátil, íntima y omnipresente, llevándola a las casas campesinas y mineras, permitiendo que la tradición oral y la diversidad lingüística florecieran.

La revolución informativa: de la noticia leída a la noticia viva
Desde sus orígenes, la radio se ha caracterizado por transmitir noticias en tiempo real. En 1930, OAX comenzó a emitir boletines informativos diarios. Durante conflictos como la guerra con Colombia (1932-33) y la de Ecuador (1941), la radio se utilizó como herramienta de propaganda política, con figuras como las del presidente Luis Sánchez Cerro comunicándose directamente con la población. Programas como «Reporter Esso», que difundía noticias de United Press, alcanzaron gran popularidad. En situaciones de crisis política, la radio jugó un papel fundamental: por ejemplo, en el golpe de Estado de 1948, Radio Continental de Arequipa fue el canal principal para la proclamación de Odría.
Con la dictadura de Velasco, en la que se persiguió emisoras de contenido informativo, y la posterior irrupción de Radioprogramas del Perú, la radio se transformó en noticiero en tiempo real. Ya no bastaba con leer los periódicos: había que hacer periodismo, contar la noticia mientras sucedía, ser el pulso de la nación. Años después, voces como la de Miguel Humberto Aguirre acompañaron al país en los apagones y el miedo, mientras la radio se consolidaba como baluarte de credibilidad y diversidad, abriendo espacio a la opinión y el debate ciudadano.
La nueva radio: retroalimentación y simbiosis con el pódcast
Hoy, la radio es un ecosistema sonoro en constante mutación. Según CONCORTV, en este año 2025, el Perú contaba con 6,450 estaciones de radio a nivel nacional. Comercial, educativa, pública, comunitaria: todas conviven en el “Planeta Radio”, adaptándose a los contextos y a la tecnología. La digitalización la llevó al streaming, a la web, y, sobre todo, al pódcast, que, lejos de ser su enemigo, es su extensión natural. La radio tradicional alimenta al pódcast con su experiencia narrativa, su inmediatez y su capacidad de crear intimidad. El pódcast, a su vez, le devuelve a la radio la posibilidad de explorar formatos largos, temáticas de nicho y una escucha personalizada, a demanda, donde el oyente elige el cuándo y el cómo.
Hoy, los programas radiales se transforman en pódcast, y los pódcast nutren la parrilla radial con nuevas voces y estilos. La radio aprende del pódcast a ser más flexible, a segmentar audiencias, a jugar con la serialidad y la profundidad. Este, por su parte, hereda de la radio el arte de la pausa, la magia del silencio y la complicidad de la voz cercana.
La edad -la juventud- de la radio no está en su fecha de nacimiento, sino en su capacidad de reinventarse. Para los jóvenes, la radio ya no es el centro, pero sigue siendo parte de su vida cotidiana, ahora en el celular, en el auto, en la web, en el pódcast que los acompaña mientras corren, estudian o simplemente se trasladan por el lento tránsito limeño o de las ciudades pobladas del país.
Y hoy, al cumplirse los cien años de la radio en el Perú, repasar su historia es un filón inagotable que hoy exploran tanto los productores de radio como de pódcast y streaming. Las radionovelas, son el antecedente directo del pódcast de ficción sonora. El arte de crear mundos con sonidos y voces -tan artesanal en los radioteatros de antaño- encuentra hoy un nuevo esplendor en los pódcast narrativos, que heredan la capacidad de emocionar, sorprender y acompañar al oyente en la intimidad de sus audífonos.
La radio y el pódcast parecen competir, pero a los cien años de la primera emisión oficial de radio en nuestro país, tienta pensar que se retroalimentan, se potencian, se fusionan en un ecosistema sonoro donde la voz sigue siendo reina.